jueves, 24 de julio de 2014

PARA UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA

Editorial de la Radio Revista Sembrando Futuro correspondiente al 24 de julio de 2014.


Para 2011, se concretó un mecanismo de protección importante para las mujeres de El Salvador en un tema clave para el país como es el problema de la violencia. En un país con una tradición machista tan dominante, este se constituye en un logro fundamental. Ya no más, al menos jurídicamente, son aceptables actitudes y acciones que durante mucho tiempo, y en algunos casos todavía en la actualidad, se han considerado como “normales”.

Por supuesto, todavía hay muchos escollos que superar y vacíos que completar. Todavía hay resistencia, especialmente del lado masculino, a entrar en la cultura de respeto de la mujer. Todavía es posible encontrar grietas por donde se escapa la justicia. Todavía hay mujeres que a pesar de lo que sufren guardan silencio.

Vivir una vida libre de violencia es, por supuesto, aspiración de todas y todos. Y sin embargo, a pesar de lo proclamado, trabajar por alcanzar la paz, se muestra muchas veces distante. Un punto clave a considerar es la propia responsabilidad que tenemos todos y todas, en la pervivencia de la cultura de la violencia. Como se dice en misa “de palabra, obra u omisión” en diversas formas todas y todos participamos de la responsabilidad que la violencia persista.

Un mecanismo sociológicamente interesante reside en la construcción de chivos expiatorios en el tema de la violencia, cuando tendemos a verla desde el enfoque de seguridad, asumimos que la violencia es delincuencia. Pero no es lo mismo. Sigamos: la delincuencia es problema de delincuentes; los delincuentes son las maras y pandillas. Conclusión: el problema de la violencia es igual a pandillas y maras.

Ojo: sin lugar a dudas hay una vinculación de la violencia con las maras. Pero no podemos reducirlo a ello. Al hacerlo nos excluimos y decimos “yo (o nosotros) no soy (somos) violentos porque no somos delincuentes, no somos pandilleros”. Y sin embargo, respaldamos la violencia en casa, en la escuela, en la calle. Dependiendo de nuestro lugar en la jerarquía social (lo que siempre es relativo) violentamos a otros y otras. Muchas veces esa acción no tiene carácter delictivo, ciertamente. Pero todo acto violento inicia con un pequeñísimo ejercicio de poder.

Nuestro ejercicio de poder se ve magnificado porque convivimos en una cultura machista que valida, promueve y sostiene todas las formas de violencia. Desde este punto de vista, se vuelve exigencia de cualquier programa de prevención de la violencia, desmontar la cultura machista, a fin de alcanzar una libre vida de violencia.

Así nos iremos salvando, de la violencia en el lugar del trabajo, del bullying o matonería escolar, de la violencia contra la mujer y quien sabe, quizá hasta de la violencia de las pandillas.

Luis Monterrosa
Director IDHUCA
24 de julio de 2014



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