viernes, 29 de agosto de 2014

JUVENTUD Y DERECHOS HUMANOS


Editorial Radio Revista Sembrando Futuro, jueves 28 de agosto del 2014

Juventud y derechos humanos corresponde a una combinación de realidades críticas y sugerentes… De la juventud hemos tendido a admirar su energía, el talante de cambio y de rebeldía. Por supuesto, no suele ser bien visto por los sectores o que bien detentan algún tipo de poder o bien acumulan años, a veces años de experiencia, a veces años sin experiencia. En este contexto suele aparecer el problema del adultocentrismo, asunto padecido por los que en su juventud reclamaron derechos, pero que con el tiempo se aquietaron y abandonaron su juventud, de cuerpo y espíritu  para defender el status quo.

Lo que fundamentalmente reclama la energía y presencia de la juventud son derechos. Tres son los elementos clave señalados: participación, oportunidad y respeto. En primer lugar, participación. Esto adquiere diversas dimensiones. Se expresa no sólo como derecho político, sino también en familia, en la comunidad. Por ello es clave en todo proceso de cultura de paz, prevención de la violencia y promoción de derechos humanos priorizar y promover el protagonismo juvenil. A fin de que el discurso se lleve hasta sus últimas consecuencias, es necesario conceder espacios reales de toma de decisiones en las organizaciones juveniles (y que no sólo dependan del adulto dirigente de la ONG) y también en el espacio político (no son gratuitos los encontronazos acaecidos entre un joven candidato y su rival, que le aventaja en años).

En segundo lugar, la juventud espera encontrar oportunidades o al menos la posibilidad de construir esas oportunidades. Estas oportunidades esperadas son tanto educativas, seguir estudiando persiguiendo sueños; son económicas, porque no se vive sólo de sueños sino del desarrollo material mismo… el futuro del país depende de las oportunidades que construyamos y dejemos a nuestra propia juventud. Y hoy por hoy, las oportunidades que nuestra sociedad concede son escasas.

Por ello mismo, en tercer lugar, es crucial pensar en la necesaria concesión de respeto que la juventud se merece y necesita. Seguimos estigmatizando a la juventud, muchas veces declarándola sospechosa por su figura (eso se llama prejuicio), desconfiando de su propuesta subversiva y rebelde que busca cambiar el mundo. Olvidamos los más adultos que fuimos jóvenes y quisimos cambiar el mundo.

Participación, oportunidades y respeto es la concreción de los derechos que la juventud aspira y que como sociedad no deberíamos más que permitir que la juventud los haga reales.

Luis Monterrosa

Director del IDHUCA

EXIGEN JUEGO LIMPIO CON MANOS SUCIAS

La UCA DICE: Exigen juego limpio con manos sucias http://www.uca.edu.sv/noticias/texto-3139

jueves, 28 de agosto de 2014

LA UCA DICE "IMPUESTOS, AL DEBATE": http://www.uca.edu.sv/noticias/texto-3136

¡PROCLÁMENLO SANTO!

Benjamín Cuéllar - Investigador del IDHUCA

En su mensaje pastoral rico y prolífico, valiente y profético, hay frases puntuales y declaraciones amplias del cuarto arzobispo de San Salvador recordadas por su claridad y contundencia. Fueron enunciadas desde que ocupó ese cargo hasta su martirio: de marzo de 1977 a marzo de 1980. Pero hay otras, menos conocidas, que antecedieron su pública defensa de los derechos humanos. De igual forma, hoy que se auguran tiempos mejores en su proceso de beatificación, salen a la luz milagros de san Romero de América conocidos por pocas personas; aunque oficialmente no exista declaración al respecto, también los hay. Quizás por el empujón reciente que el papa Francisco le ha dado a su cada vez más cercano ascenso a los altares, hoy se recuerdan y comparten.

De su voz viva, coherente y valerosa desde cuando era conocido y querido simplemente como el padre Romero, existen registros. Siendo secretario de la Diócesis de San Miguel, entre 1961 y 1967, también fue director y editorialista del semanario Chaparrastique. Un texto ilustrativo de su sentir y pensar críticos ante la realidad nacional de esos años lo publicó el 7 de septiembre de 1962 y lo tituló “¿Cuál patria?”. Y así cuestionaba: “¿La que sirven nuestros Gobiernos no para mejorarla, sino para enriquecerse? ¿La de esa historia cochina de liberalismo y masonería cuyos propósitos son embrutecer al pueblo para maniobrarlo a su capricho? ¿La de las riquezas pésimamente distribuidas en que una ‘brutal’ desigualdad social hace sentirse arrimados y extraños a la inmensa mayoría de los nacidos en su propio suelo?”. De este modo hablaba quien diecisiete años y medio después sería inmolado por los intolerantes poderes que denunció muchos años antes de su martirio.

El 8 de marzo de 1964, hubo elecciones legislativas y municipales en el país. De cara a estas, Romero dijo algo que podría retomarse en estos días por su actualidad. “Se ha difamado sin miramientos, hemos visto casos sorprendentes de cambios de opinión política, se cambia de partido como se cambia de camisa... Por conveniencia, no por convicción, se han traicionado amistades que se creían irrompibles, […] desde la radio, se ha jugado con la opinión por fuerza del mal hábito de ciertos locutores a quienes lo que interesa es el dinero y no la opinión […] La política es una pasión creada por Dios para facilitar y enardecer a los hombres en el servicio de la patria. Pero como todas las pasiones, es una espada de doble filo; si no se esgrime en servicio del pueblo, destroza honores comenzando por el propio del que la maneja”, denunció.

Por críticas similares, el Gobierno ya había cuestionado a Romero. En concreto, el ministro del Interior, coronel Fidel Sánchez Hernández, le reclamó al obispo migueleño por la intromisión de su subalterno en política. Monseñor Miguel Ángel Machado y Escobar respaldó al sacerdote asegurando que había “hablado de política, pero en cumplimiento del deber de la Iglesia de orientar la conciencia del pueblo acerca de sus deberes de ejercer su acción política conforme a su conciencia y no por momentáneas conveniencias demagógicas”.

Un último ejemplo de la precisión de sus posturas. El 5 de junio de 1964, Romero publicó su respuesta a quienes veían la fe cristiana como una evasión de la realidad terrenal. “La religión –escribió– eleva a los cristianos no haciéndolos escapar a los problemas que tienen aquí abajo, sino haciéndolos capaces espiritual y humanamente de enfrentarse con ellos y transformarlos. Como cristianos, nuestra mejor adhesión a Dios debe hacernos ser fieles a lo real de este mundo, porque es necesario ser fiel a lo real para ser fiel a la gracia. Es necesario construir la comunidad. No hay que poner a Dios al lado de lo real y fuera de este mundo, ya que amar a Dios es amar todo lo que Él nos ha dado. Amar a Dios verdaderamente es amar en Él a todos nuestros hermanos”. Como arzobispo, todo eso lo resumió en su divisa: “Sentir con la Iglesia”.

Y lo hizo hasta cumplirle al evangelista, porque no hay amor más grande que el de quien da la vida por sus amigos. Fuera de este mundo, ya consagrado por el pueblo más allá de las fronteras salvadoreñas, Romero siguió sintiendo con la Iglesia universal. De ahí sus milagros, escalones en el camino para la confirmación vaticana de lo que ya es: un santo. De ello da fe el siguiente testimonio de alguien muy cercano a él; íntimamente cercano, como lo muestra su relato.

A raíz de la noticia del papa sobre Romero, una querida amiga de muchos años me envió un mensaje que me sorprendió muchísimo. Se trata de la prolongación de la vida y la muerte de su padre, aferrado a un pequeñísimo retazo de la camisa corta que tenía puesta monseñor la noche de su muerte. Hace más de diez años, le di a ella un pedacito de la misma, que sutilmente recorté al presenciar la autopsia del cadáver. Fue cerca de las diez y media de la noche trágica del 24 de marzo. A eso se refiere ella como el milagroso hecho de prolongar la vida de su padre, ante la incredulidad de los médicos que le dieron muerte diagnosticada en seis meses. Sobrevivió diez años. ¡Increíble! No tenía idea. 

Aquella noche, durante el cruento examen forense al cuerpo de Romero, en el piso superior del Hospital Policlínica Salvadoreña, solo estábamos cinco personas: el forense, dos curas y el disector que le rompió el esternón con un cincel. En medio de ese cuadro oscuro, crudo y misterioso, nadie se dio cuenta de mi osadía, aunque pienso que a nadie le importaba que recortara alguna de las vestiduras personales del arzobispo asesinado. Ya habían diseccionado —triturado, literalmente— todo el pecho del arzobispo: desde donde penetró la bala 25, cerca del corazón, hasta la quinta dorsal. Las dos camisas que usó esa desdichada tarde se las quitaron del cuerpo inerte. Ahí también se perdieron sus zapatos, entre otros objetos personales, antes de entregar el cuerpo a la funeraria para embalsamarlo por ocho días.

Aunque yo no creo en esas cosas, catorce años después de esa noche de miedo y tragedia nacional, recorté un pedacito del pedacito original y pensé que a mi buen hermano, que murió en 1994, le iría mejor al final de su vida. No fue así. Por eso me sorprende la crónica muy breve de mi amiga, hoy. Poco antes le di, en mano, otro misérrimo pedacito de la ropa del santo a una heroína defensora de derechos humanos en medio de la selva urabeña colombiana, con el cuento de que le ayudaría mucho a aplacar y a contener la furia de sus enemigos. Todavía hoy está viva y muy agradecida.
Son, pues, tres ínfimos cachitos de la camisa del mártir con destinos diferentes. Uno murió, y se la llevó consigo; al otro, ese retacito de tela le prolongó su vida por diez años ante la muerte anunciada; y a la otra, le dio más vida para que defendiera los derechos de sus prójimos, y sigue viva.

¿Qué más decir ante la palabra viva del profeta, ante esa exposición fervorosa de dos milagros del santo? Precisamente que reconozcan eso, pero con el arte del primo Pikín Cuéllar: "Nos piden milagros allende el mar, historias grandiosas para no dudar del juicio de quienes lo vimos pasar, amando a su pueblo… moviendo a pensar... Los ojos humildes supieron brillar; los paralizados pudieron marchar; los siempre olvidados ganaron lugar; los templos de piedra se hicieron hogar… Proclámenlo santo, proclámenlo santo, proclámenlo santo, haciendo sanar los ríos de llanto, mordaza y espanto. ¡Proclámenlo santo, siguiendo su andar! Escombros que gritan no pueden probar; pupilas de hielo no ven aletear el soplo inspirado que le hizo entregar su amor desbordado, ciñendo el altar. Una flor marchita reviste su ajuar; un árbol talado vuelve a retoñar; un ave abatida retorna a volar; una voz callada no para de hablar... Proclámenlo santo, proclámenlo santo, proclámenlo santo, haciendo sanar los ríos de llanto, mordaza y espanto. ¡Proclámenlo santo, siguiendo su andar!"

sábado, 23 de agosto de 2014

JUVENTUD SIN FUTURO, PAÍS SIN FUTURO

(retomando el título del Editorial de la UCA del 20 de agosto del 2014)

Ponencia realizada por Arnaú Baulenas en el Foro: “Situación de las juventudes en territorios estigmatizados por la violencia” organizado por Plataforma Seguridad Juvenil Centroamericana en el marco de la agenda Juventour 2014 "Contra la estigmatización de las juventudes".

Buenos días a todas y a todos, aprovecho para saludar a mis compañeros y agradezco a la organización por habernos invitado a participar en esta mesa.

Se nos pidió que desde IDHUCA hiciéramos una caracterización de los procesos de seguimiento a casos de estigmatización juvenil, es decir, intentar explicar aquellos elementos comunes que se dan prácticamente en todos los casos de estigmatización juvenil.

Para esto, dividiré mi exposición en tres partes. En primer lugar, quiero compartir con ustedes uno de los casos que desde IDHUCA hemos vivido de cerca. En segundo lugar voy a explicarles las principales irregularidades desde un punto de vista jurídico que ocurren en los procesos que se siguen contra las personas jóvenes (básicamente desde el momento de la detención hasta la celebración de la audiencia inicial), y para acabar voy a realizar una reflexión final.

Entrando propiamente en la primera parte voy a compartir con ustedes el caso de la captura de cuatro jóvenes en la Comunidad Las Palmas de San Salvador.

El 9 de julio del presente año se publicó en los medios de comunicación que la Policía Nacional Civil había capturado a cuatro supuestos pandilleros en la Comunidad Las Palmas. Según la versión oficial y el titular que se manejó en los medios fue que mareros de Las Palmas estaban haciendo entrenamiento militar nocturno en una cancha a menos de 500 metros del Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES).

Uno de los cuatro jóvenes fue Alvin Alexander Carreño Méndez. Si bien a continuación haré referencia a él, lo cierto es que él es uno de las tantas personas jóvenes que han sido capturadas por el simple hecho de estar en la calle en una comunidad conflictiva o por su apariencia física sin más razón. 

Alvin es un joven que está cursando la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Tecnológica de El Salvador, habiendo terminado en julio su 4º ciclo de estudio y para poderse financiar la matrícula trabajaba como ayudante de mesero en un restaurante. Además, forma parte de una congregación religiosa.

Alvin vive en la Comunidad Las Palmas y la noche del martes 8 de julio se encontraba justo delante de su casa hablando por el celular con una amiga (hay una prueba fehaciente que así es à consta en el registro de llamadas de la compañía telefónica). De repente vio llegar a dos policías quienes empezaron a gritarle que dejara su celular, lo tiraron al suelo, lo esposaron y cuando lo levantaron le dieron una patada en el pecho y se lo llevaron a la camioneta sin dar ninguna explicación. Alvin les pidió si podía avisar a su mamá que estaba en la casa, es decir a escasos metros, sin embargo no se lo permitieron.

En la camioneta ya había otro chico (Daniel Antonio Constanza). Después llegaron dos más. En ningún momento vieron ningún arma más allá de las que llevaban los Policías.

Ahí revisaron su documentación, y nos contó, que cuando vieron que era estudiante y que estaba trabajando, el policía que lo estaba custodiando le puso las llaves a las esposas para dejarlo libre, sin embargo no fue así porqué llegó otro policía y le dijo que ¿por qué? lo dejaba libre y no permitió que se fuera.

En el momento de la detención estaba haciendo interciclo en la universidad y le faltaban dos semanas para terminarlo. Trabajaba de viernes a domingo. No le explicaron el por qué le detuvieron.

Alvin lleva desde el 9 de julio en las bartolinas pues se entendió por parte de las instancias judiciales que no procedía dejarlo en libertad o cuanto al menos en libertad condicionada.

Lamentablemente, el caso de Alvin y de los otros tres jóvenes de la Comunidad Las Palmas no es un caso aislado. Cuando uno leía los medios, que entiendo que lo único que hacían era informar de la versión que les había dado la policía, se decía que en el momento de los hechos los cuatro chicos estaban juntos en medio de la cancha de fútbol y que tenían dos armas.

Sin embargo esto es una historia paralela muy alejada de la realidad. Lo cierto es que los jóvenes no estaban juntos, ni tan siquiera formaban parte del mismo grupo de amigos y ni mucho menos estaban manejando un arma. Alvin nos dijo que en ningún momento vio ninguna otra arma más allá de las que tenían los policías.

Ante esta realidad que como dije no es aislada y hay varios casos donde se ha capturado personas jóvenes por el simple hecho de estar por la calle en una comunidad conflictiva, hemos podido detectar como mínimo cinco aspectos comunes en todo este tipo de procesos y que se deben de mencionar. Entrando así en la segunda parte, que les comentaba antes, de las irregularidades jurídicas:

1. En primer lugar, en la mayoría de los casos la detención de estas personas jóvenes es ilegal. Y es ilegal porque la policía no llega ni con una orden judicial ni con una orden de la Fiscalía y tampoco los agarra en flagrancia. Estar hablando por el celular hasta el día de hoy no es ningún delito. El hecho de estar por la calle a ciertas horas de la noche no es ningún delito. Y si la persona en cuestión no está haciendo nada más que andar tranquilamente, como máximo se le puede pedir que se identifique, salvo que se tenga una orden específica de detención. Pero por lo general no es el caso.

2. En segundo lugar y otra característica común son las agresiones recibidas. Me pregunto el ¿por qué estas personas jóvenes deben recibir golpes por parte de las autoridades?. Soy consciente que la realidad es compleja y que la Policía muchas veces está en situación de riesgo y que el empleo de la fuerza en algunos casos es necesaria, pero NO en éste tipo de casos donde estos jóvenes lo único que están haciendo es intentar vivir.

La Constitución de la República de El Salvador y de forma más específica el Código Procesal Penal lo establecen en claridad. El empleo de la fuerza debe ser algo residual y no una máxima.

3. En tercer lugar, es un derecho básico del imputado, y de forma especial del detenido (artículo 82 Código Procesal Penal) informarle de las razones de su detención. En la mayoría de los casos tampoco se hace y puede que no se haga porque no exista razón alguna de su detención. Es lógico que no se informe si no se sabe el por qué se le está deteniendo.

Además, en este mismo momento, ¿por qué? por ejemplo, no le permiten a Alvin que avise a su mamá. Es otro derecho básico y en la mayoría de los casos también es violado.

Otro aspecto importante es ¿por qué? se realizan diligencias sin poder ser asistido y defendido por un abogado. La Constitución de la República de El Salvador en su artículo 12 es clara, sin embargo, tampoco se respeta este precepto constitucional.

Por tanto, como se puede ver, ya en la fase inicial del proceso, se parte de una detención ilegal que sigue con un conjunto de violaciones a los derechos básicos consagrados tanto por la Constitución como por las otras leyes.

No podemos convertir estos derechos en privilegios, y más, en procesos seguidos contra personas jóvenes que son absolutamente inocentes.

Finalmente y para terminar esta segunda parte, otra de las características comunes que hemos podido detectar, es que parece que por momentos desaparece el principio de presunción de inocencia para convertirlo en el principio de presunción de culpabilidad.

Y digo esto, porque, en la audiencia inicial –que tiene por finalidad determinar si existe el delito, si la persona es la supuesta culpable, si amerita imposición de medidas­–, por regla general a estos jóvenes se les impone la detención provisional. Lo que debería ser algo subsidiario y extraordinario, pasa a ser lo común. En muchas ocasiones ni tan siquiera hay la debida justificación que se exige por ley del por qué se impone la detención provisional.

Y lo más grave son las consecuencias. Las consecuencias son que chicos como Alvin no pueden seguir sus estudios, no pueden seguir formándose. Pierden el trabajo y por tanto su autonomía. Pero lo peor, muchas veces pierden la ilusión para seguir viviendo en este país.

Finalmente me gustaría terminar con una reflexión. El miércoles 20 de agosto, el título del editorial de la UCA decía JUVENTUD SIN FUTURO, UN PAÍS SIN FUTURO. No puedo estar más de acuerdo. No podemos seguir criminalizando a las personas jóvenes por el mero hecho de vivir en una comunidad conflictiva o por su forma de vestir. Las y los jóvenes son, somos, el futuro del país y a quienes desde ahora nos toca empezar a construir y a regenerar el país.

Algunos piensan que construir un país es cosa de gente mayor pero se equivocan. Como jóvenes es nuestra responsabilidad y me atrevería a decir nuestra ilusión.

Por tanto, les quiero animar a que no duden en formarse y estar lo mejor preparados para que sean ustedes quienes lleven las riendas del país. No se dejen intimidar, luchen por lo que quieren, mantengan una posición activa desde cualquier ámbito. Y sobre todo, no callen ante la injusticia.

Tienen el deber y creo que la obligación moral de denunciar aquellos casos, como puede ser el Caso de Alvin y de muchas otras persona jóvenes que se les ha privado de sus derechos de forma arbitraria e injusta. Desde las organizaciones sociales, y cuanto al menos desde el IDHUCA, tienen y van a tener nuestro apoyo.

Frustrar el sueño de la juventud es condenar al país. No permitir que una persona joven esté en libertad y por tanto no pueda acudir a la universidad y no pueda seguir formándose es hacer un país más pobre.

Por tanto, los jóvenes como la gente adulta debemos denunciar aquellos casos que persiguen la criminalización de los jóvenes y todos debemos tener una posición activa para que podamos avanzar hacia el futuro.

No puede ser que la juventud tenga miedo de salir a la calle, de reunirse en una cancha para jugar al fútbol o simplemente miedo a vivir tranquilamente. Más aun, cuando el miedo es a las autoridades y no a los grupos violentos que habitan en sus comunidades.

Termino, pero antes quiero aprovechar la ocasión para pedir a las autoridades rigurosidad y estricto cumplimiento de la ley. Que no olviden que muchos de estos y estas jóvenes inocentes son el futuro del país.


RAZONES PARA EL DIÁLOGO Y LA JUSTICIA

Editorial Radio Revista Sembrando Futuro, 21 de agosto del 2014

El pensamiento conservador comparte una visión política determinada sobre el mundo, que implica, unos supuestos éticos respecto del bien y el mal. Esta perspectiva define también una visión sobre el delito y las respuestas ante el delito: le corresponde una visión retributiva del delito. Esto implica la imposición de una pena, entendida como la imposición de algún tipo de dolor y castigo. La persona debe pagar por lo que hizo. Eso es lo que acontece en la cárcel, puesto que escasamente hay ejemplos de rehabilitación carcelaria. El nombre de “La Esperanza” para uno de los Centros Penales más importantes del país, en realidad es un sarcasmo de primer orden.

La Declaración de Viena sobre el crimen y justicia del Décimo Congreso de la ONU sobre prevención del delito y el tratamiento de los Ofensores (Viena, Abril del 2000) anima a los Estados a desarrollar políticas, procesos y programas de justicia restaurativa “que sean respetuosos de los derechos y necesidades e intereses de las víctimas, ofensoras, comunidades y todas las demás partes”.

Si la condena a prisión nunca ha resuelto nada, ¿por qué continuamos enviando a prisión a gente como una respuesta ante el delito y la conducta incorrecta? ¿Qué podemos hacer para reparar el daño social ante la pérdida de una vida humana, pero también, para abordar las causas estructurales que contribuyen a la pérdida de esa vida? ¿Cuáles son las medidas alternativas que pueden administrarse, distintas de la cárcel y que puedan conducir a la rehabilitación y la reparación? ¿Cómo asumimos en tanto comunidad a las partes ofensoras y las víctimas en su proceso de rehacerse humanamente? Estas preguntas son válidas tanto en los casos de justicia común, como en los casos de delincuencia juvenil. Son preguntas válidas así que subyacen a la Plataforma por la Libertad de las 17. El reto de la justicia no es garantizar que la gente pague dolorosamente por lo que hizo; el reto de la justicia es el de encontrar medidas favorables ante las necesidades de las víctimas y los ofensores que garanticen reparación, rehabilitación, responsabilidad y sobre todo el abordaje de las causas que han llevado a la conducta en corrección.

En el Instituto de Derechos Humanos de la UCA creemos en la justicia restaurativa. Reprobamos los intentos del pensamiento conservador de criminalizar la búsqueda de alternativas a la prisión, a la imposición de la pena y el castigo. Por el principio básico de cultura de paz que promueve el diálogo como modo de abordar los conflictos, toda la sociedad debería poder prestar atención a las diversas propuestas y planteamientos y no simplemente encerrarse, señalar acusadoramente y criminalizar. El punto crucial no es a favor o en contra del aborto, sino si nos movemos más hacia una sociedad que castiga o hacia una sociedad que busca alternativas; si nos movemos más hacia una sociedad que escucha a la razón o hacia una sociedad donde grupos imponen a la fuerza sus ideas y criminaliza lo diferente.

La invitación es a renovar el pensamiento, a buscar la justicia entendida no como castigo, sino como la búsqueda del respeto a la dignidad para todas y todos.

Luis Monterrosa

Director del IDHUCA

viernes, 1 de agosto de 2014

NECESITAMOS UNA POLICÍA COMUNITARIA Y CIVIL

Editorial Radio Revista Sembrando Futuro 

31 de julio del 2014

Nuestra actual policía nació de los acuerdos de 1992 para sustituir a los llamados cuerpos de seguridad (es decir, Policía, Guardia Nacional y Policía de Hacienda). Estos cuerpos de seguridad dependían en autoridad del Ejército y compartían la mentalidad castrense: la disciplina militar y la mentalidad de seguridad nacional. La policía era hasta 1992 una especie de policía militar.

Para la nueva policía que se creó en 1992 se establecieron cuotas. Parte de la nueva membresía vendría de los mandos y efectivos de la policia antigua e incluso del ejército; otra parte vendría de elementos de parte del FMLN y otros de origen no definido. Claro está, todos debían pasar por un proceso de readiestramiento y reeducación a fin de convertirse en el nuevo ente de seguridad pública.

Una cosa vale la pena destacar: la nueva policía nació con un apellido que a veces se olvida. Su apellido es civil. Este no es gratuito. Por supuesto, esto en contraposición a la mentalidad y dependencia del ámbito de lo militar. La nueva policía quería ser civil y compuesta por civiles. Los y las policías no son militares ni deberían tener disciplina militar (si deben ser disciplinados, pero no militarizados) ni corresponderse con gestos ni actitudes militares.

Esto es porque históricamente los ejércitos han estado separados de la población... de los civiles como dirían ellos. Ese fue el caso de la mayor parte de las fuerzas armadas a lo largo del continente en los años sesenta y setenta. Por supuesto, hay y ha habido excepciones a la regla. Por ello, cuando hablamos de una policía comunitaria, estamos hablando de una policía que se sabe que proviene de la propia comunidad, que convive con ella, que respira con ella y se nutre de ella. Le cuida porque sabe que ahí en la comunidad convive su pareja, su madre, su padre y sus hijos. No tiene necesidad de reprimirles, ni de hacer "uso escalonado de la fuerza".

En El Salvador no tenemos una policía comunitaria y además se les olvida que es una policía civil. Lo peor de todo es que han llegado a creer muchos de ellos que sólo hay una forma de ser policía y que ser civil o comunitario no pega. Y digo ellos, porque me parece que hay mujeres policía que precisamente demuestran que se puede ser buen policía y con ternura.

¿Porqué han fracasado diversas iniciativas para impulsar la policía comunitaria? ¿Por qué a pesar de esta o aquella propuesta no aparece la transformación? En la policía, como en nuestra cultura de violencia, sobreviven rasgos autoritarios, militaristas. Unos rasgos que necesitamos progresivamente erradicar. La policía debe ser civil y comunitaria.

Luis Monterrosa
Director IDHUCA