
martes, 1 de marzo de 2011
jueves, 17 de febrero de 2011
Invitación
viernes, 11 de febrero de 2011
Golpe a Golpe
En la columna anterior intenté ofrecer una reflexión sobre lo que tiene en vilo a las mayorías populares de El Salvador: los siempre numerosos homicidios que, sobre todo, se realizan mediante el uso de armas de fuego. Y quisiera tratar otros asuntos menos complicados y más satisfactorios, pero no. Habrá que seguir martillando sobre este asunto porque, pese a las declaraciones oficiales que anuncian una mejoría en materia de seguridad, las angustias de esa considerable parte de nuestra población no cesan.
Es preciso recalcar que el flagelo lo resienten más, los sectores que tienen menos. También es válido apuntar que entre los que tienen más hay quienes se favorecen con la violencia, no sólo en lo económico sino también en lo político; porque además de la venta de armas y de seguridad privada, pueden manipular tal estado de ánimo casi generalizado hasta convertirlo en una apuesta por el retorno al autoritarismo como la “fórmula mágica” para superar ese y otros males, entre los cuales destacan la desigualdad económica y social.
Una encuesta reciente patrocinada por periódico digital “El Faro” y otras entidades ha generado comentarios en diversos tonos, descalificando o aplaudiendo sus resultados que −en síntesis− plantean cierta tendencia nada despreciable de la gente que apunta hasta la posible firma de un “pacto con el diablo” para que las cosas cambien.
Entre las reacciones en contra están las que sostienen que esa consulta de opinión está sesgada, que responde a intereses ocultos o abiertos para desprestigiar al actual gobierno, que durante los anteriores nadie preguntó sobre la aceptación o no de un golpe militar como “remedio”… Pero no. Hace poco se presentó en el país el documento denominado “Cultura política de la democracia en El Salvador, 2010. Consolidación democrática en las Américas en tiempos difíciles”. Sus autores, los salvadoreños Ricardo Córdova Macías y José Miguel Cruz.
En el estudio, que compara el 2008 con el año mencionado, se afirma que el 40.9 por ciento de la población salvadoreña se inclina hacia esa “salida” en el 2010. Y en el 2008, los tres órganos de gobierno estaban en manos del partido ARENA y sus “compañeros de viaje”. Por encima de la opinión de nuestra gente aparecen hoy las de la población beliceña, mexicana, guatemalteca y peruana, en ese orden.
En la encuesta del periódico digital “El Faro” y sus asociados, el dato es de un 45 por ciento en pos de un régimen militar. Preocupantes ambos resultados como para hacerlos de lado así, sin más, alegando “conspiraciones” partidistas o de cualquier otro origen. Que pueda haberlas, es probable; es más, estoy seguro que existen alentadas por el mal ejemplo hondureño. Pero no es cerrando los ojos o volteando la mirada, que desaparecerá ese riesgo cierto; tampoco publicitando logros incipientes que aún no se han consolidado en lo relativo al derecho humano de la seguridad personal, sin tener una política estatal clara y coordinada para enfrentar la criminalidad sin distingo alguno. Léase, no sólo “peces chicos” sino también “grandes”.
Eso es lo que ha ocurrido con el Distrito Italia, una colonia ubicada en el municipio de Tonacatepeque, departamento de San Salvador, donde hace unos días fueron asesinados a balazos tres vendedores de agua envasada y dos más resultaron heridos en el atentado. Eso no debería llamar la atención, pues es la “anormal normalidad” de la tan prolongada posguerra salvadoreña.
Pero hay dos factores que le imprimieron mayor impacto a la noticia. El primero: la ejecución colectiva ocurrió a pocos metros del local donde se ubica, desde hace meses, la sede de la tropa destacada en esa concentración popular de viviendas. Segundo: que el Distrito Italia era el estandarte del “éxito” gubernamental en materia de seguridad. Al menos, de eso presumió Manuel Melgar −ministro de Justicia, Seguridad Pública y demás− a principios del 2010 sosteniendo lo siguiente: “A noventa días de intervención en el Distrito Italia, podemos asegurar que hay cero homicidios. Ese es el modelo que queremos llevar a todo el territorio nacional”. .
Hablando de encuestas, la del Instituto de Opinión Pública de la UCA −el IUDOP− que evaluó la situación del país durante el mismo 2010 colocó a la Fuerza Armada de El Salvador, de nuevo, como la institución que le genera más confianza a la población. El 43.5 por ciento de la gente piensa y siente así. Al gobierno central le da un 26.8 de porcentaje favorable en este ámbito. ¡Casi exactamente la mitad entre ambas entidades!
¿Y si la gente empieza a creer que el problema no son los militares sino la conducción de su comandante general, que es el presidente de la República, y andan por ahí mentes calenturientas que no le perdonan a Mauricio Funes ni siquiera los tímidos asomos de cambio aunque sea en las formas? ¿Será probable entonces que se incrementen las personas dispuestas a escuchar los cantos de sirena golpistas?
Hay gente que añora esa “fórmula” por referencias, pues nunca vivió en esas condiciones. Y eso es peligrosísimo. Quienes sí lo vivieron, saben que la “paz” de entonces era la de los cementerios que se llenaban de cadáveres por causas sociales como ahora, pero sobre todo por razones políticas. No se vale decir que hoy mueren más que en la guerra; tampoco que el “saldo rojo” actual, es el mayor de la posguerra. Eso sí es un manejo sesgado de la realidad o, en el mejor de los casos, manoseado de la misma con fines deliberadamente interesados.
Frente a tal escenario, no sólo porque es su deber sino también hasta por meter las manos en “defensa propia”, el actual gobierno debería encarar de forma valiente y decidida las graves violaciones de derechos humanos y los crímenes de guerra que −al igual que sus antecesores− hasta ahora ha preferido mantener en la impunidad. Y debería, además, rescatar la memoria del dolor y la muerte de este pueblo sin dejar de mostrar la evidencia de todas sus responsabilidades. Porque, como dice Gloria Giralt de García Prieto, el que mata y queda impune vuelve a matar. También el que da golpes de Estado…
(*) Publicado en ContraPunto (hacer click)
jueves, 25 de noviembre de 2010
CONMEMORARÁN 30 AÑOS DEL ASESINATO DE LÍDERES DEL FDR
Habrá una misa y ponencias de Dagoberto Gutiérrez, Benjamín Cuéllar, un representante de los lisiados de guerra y otro del movimiento estudiantil de la Universidad de El Salvador. Asimismo, se recogerán firmas para solicitarle a la Asamblea Legislativa derogar la Ley de amnistía y aprobar otra normativa de dignificación y reparación integral a las víctimas.
Hace tres décadas, Manuel Franco, Enrique Álvarez Córdova, Juan Chacón, Humberto Mendoza, Enrique Escobar Barrera y Doroteo Hernández fueron sacados por la fuerza del Colegio Externado San José, donde estaban reunidos, y luego fueron ejecutados. Sus cuerpos, con evidentes signos de tortura, aparecieron en varios puntos de la capital.
Trece años después, el Informe de la Comisión de la Verdad concluyó: “que fue una acción llevada a cabo por uno o varios cuerpos de seguridad pública y que la Policía de Hacienda realizó el operativo de seguridad exterior que facilitó y cubrió a los autores”.
También sentenció que hubo un evidente desinterés para investigar los hechos, deducir responsabilidades y llevar a la justicia a los criminales. Eso mismo ha ocurrido después de firmados los acuerdos que pusieron fin al enfrentamiento armado, en este y otros casos que han sido presentados a los tribunales y las víctimas han debido acudir a tribunales internacionales en búsqueda de justicia.
Eso es lo que motiva la presentación de la pieza de correspondencia para derogar la amnistía y establecer otra legislación que reconozca el derecho a la verdad, la reparación y la dignificación de las víctimas.
jueves, 18 de noviembre de 2010
A Yolanda y sus hijos
miércoles, 3 de noviembre de 2010
FÉLIX ULLOA: 30 AÑOS DE IMPUNIDAD

Este día se cumplen tres décadas del atentado que cegó la vida del ingeniero Félix Antonio Ulloa, rector de la Universidad de El Salvador. A la fecha, no hay investigaciones ni justicia de ningún tipo. Tan baja es la calidad de las instituciones nacionales, que ni esta ilustre personalidad ni otras de la talla de monseñor Óscar Arnulfo Romero, Mario Zamora, Enrique Álvarez Córdova y Marianella García Villas han sido dignificadas como es debido. Por eso y, sobre todo, por las decenas de miles de víctimas anónimas de graves violaciones de derechos humanos, la familia del rector mártir a través de uno de sus miembros –el doctor Óscar Mauricio Ulloa González– exigió hoy a la Fiscalía General de la República (FGR) impulsar las acciones necesarias y suficientes para establecer responsabilidades y sancionar a los culpables en el crimen de su padre.
Félix Antonio Ulloa fue víctima de amenazas y otras formas de “guerra psicológica”, apareciendo frecuentemente en “listas negras” con nombres de personas que los “escuadrones de la muerte” consideraban debían ser “exterminadas”. El 28 de octubre de 1980, fue atacado a balazos en una agencia bancaria a inmediaciones del recinto universitario. Francisco Alfredo Cuéllar Menéndez, su motorista, falleció en el instante; el rector Ulloa murió a las dos de la madrugada del siguiente día.
La deliberada inoperancia estatal en este caso y en todos los atropellos contra la dignidad humana individual y colectiva, antes y durante la guerra, contradice a la Corte Interamericana de Derechos Humanos cuando obliga a investigar, procesar y sancionar a todos los responsables de graves violaciones de derechos humanos; también a reparar adecuadamente a las víctimas y sus familiares.
Pese a que según la ley interna ya prescribió el plazo para ejercer la acción penal por este hecho, el Estado salvadoreño –a través de la FGR y el Órgano Judicial– debe cumplir sus compromisos internacionales en la materia. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el informe de fondo sobre el caso de la masacre en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA) ocurrida el 16 de noviembre de 1989, estableció que el derecho a la verdad “surge como una consecuencia básica e indispensable para todo Estado Parte en dicho instrumento (Convención Americana sobre Derechos Humanos), puesto que el desconocimiento de hechos relacionados con violaciones de los derechos humanos significa, en la práctica, que no se cuenta con un sistema de protección capaz de garantizar la identificación y eventual sanción de los responsables. […] Además de los familiares de las víctimas directamente afectados por una violación de los derechos humanos, también es titular del derecho a ser debidamente informada la sociedad en general. […]Forma parte del derecho a reparación por violaciones de los derechos humanos, en su modalidad de satisfacción y garantías de no repetición, el derecho que tienen toda persona y la sociedad a conocer la verdad íntegra, completa y pública sobre los hechos ocurridos, sus circunstancias específicas y quiénes participaron en ellos. El derecho de una sociedad a conocer íntegramente su pasado no sólo se erige como un modo de reparación y esclarecimiento de los hechos ocurridos, sino que tiene el objeto de prevenir futuras violaciones”.
Esa es la deuda más grande con la sociedad, que ni los gobiernos anteriores ni el actual han querido saldar; pero también es el reclamo más honorable de las víctimas, que nunca nadie podrá callar.
San Salvador, 29 de octubre del 2010.