Keny Sibrián
Comunicador IDHUCA.
Este ensayo enfoca su punto de interés en el
Conflicto Armado de El Salvador en el período comprendido de 1980 a 1992, el afán del mismo es, desde
el punto de vista antropológico, que además abarca entre otros aspectos la
cultura, política y religión, dar a conocer y profundizar en la manera como los
sujetos sociales construyen su memoria histórica, documentando tanto los hechos
políticos como aquellos que tienen que ver con la cotidianidad social y
cultural.
Es importante señalar que la memoria
histórica puede ser entendida como aquella memoria colectiva que incorpora
elementos de la historia científica, se construye en el presente, y como
presente se encuentra el pasado inmerso en este, que ocupa un espacio
significativo en la memoria de los individuos, pero que no lo es todo, ya que
la realidad de cada sujeto ha sufrido cambios desde ese pasado hacia el
presente.
El Secretario de Comunicaciones de la
Universidad de El Salvador, maestro Ernesto Deras señala que memoria histórica
como un concepto amplio puede ser entendida como: acontecimientos pasados muy
significativos para la vida cultural, política, económica y social de un país,
ad hoc de lo que pueda ser la relación con determinados líderes y personajes
históricos y los acontecimientos con relación a determinadas coyunturas e
incluso de sitios como el caso del cantón El Mozote en Morazán que es sinónimo
de muchas cosas porque existe una memoria de denuncia, recuerdo de ese hecho
que para algunas personas es buena mientras para otras es mala.
En otras palabras, la construcción de la
memoria histórica no se hace como un fenómeno del pasado, sino como un proceso
que responde a las necesidades y exigencias del presente y que se proyecta de
manera concreta hacia el futuro de manera concreta.
El dibujo de la construcción de las identidades colectivas está inmersa
en un proceso histórico, y en ese proceso histórico la gente reconstruye su
pasado para mantener y crear su propia identidad. De su pasado unos y otros
seleccionan y reconstruyen hechos que son reinterpretados en el presente y que
sirven para sustentar una u otra identidad.
El maestro en Antropología de la Universidad de El Salvador, Carlos
Benjamín Lara señala en su artículo CONFLICTO SOCIAL Y CAMBIO CULTURAL EN
UNA COMUNIDAD RURAL DE CHALATENANGO (EL SALVADOR): 1970-2003 que la
tradición oral es un método de
investigación importante durante el desarrollo de investigaciones como la que
realizó sobre el movimiento campesino de Chalatenango, uno de los movimientos
campesinos más importantes en toda la historia de América Latina enfocándose en
la comunidad rural de Guarjila como ejemplo de las transformaciones que estos
campesinos han generado en la zona.
Además, durante esta investigación se utilizó la Etnografía de Campo,
un trabajo que permite conocer gracias a los testimonios que brindan las
personas, el entorno en el cual interactúan, personas que frecuentan, etc. con
el propósito de obtener una visión dinámica sociocultural contemporánea de los
pobladores de Guarjila.
Particularmente tocaré el caso de los pobladores de Arcatao, un
municipio ubicado al noreste del departamento de Chalatenango, colinda al
oriente con los departamentos de Cabañas y Cuscatlán, y al norte con la
República de Honduras, específicamente con el pueblo llamado La Virtud, por lo
tanto, su ubicación geográfica permite que se desarrollen características
sociales definidas así como un desarrollo o producción cultural distinta al de
otras zonas del país durante el conflicto.
No se puede ignorar que Arcatao fue duramente golpeado por el conflicto
armado y que éste representó un cambio inevitable en el modo de vida, relaciones
interpersonales y comunitarias de los pobladores tanto del casco urbano, como
quienes poblaban, o aún lo hacen, las zonas rurales de este municipio y los
aledaños, hablamos de Nueva Trinidad, Nombre de Jesús, San José Las Flores, San
Antonio Los Ranchos y comunidades más conocidas como La Ignacio Ellacuría o
Guancora y Guarjila.
Durante los años previos a la guerra la inmensa mayoría de sus
pobladores eran campesinos que se dedicaban a la agricultura como principal
modus vivendi, bajo la lógica de subsistencia, los hombres en su mayoría,
cultivaban maíz, frijol, maicillo y en algunos casos árboles frutales que tras
la cosecha eran consumidos por los mismos productores y un pequeño excedente
era comecializado para obtener otros alimentos como sal o azúcar así como
vestimenta, educación en algunos casos, vivienda y otros gastos particulares. A
la vez, algunas familias complementaban sus ingresos a través de la crianza de
animales domésticos, cerdos y aves o algunos incluso manteniendo algunos
bovinos.
Entonces podemos afirmar que los agricultores de este municipio de
Chalatenango eran agricultores que en su inmensa mayoría no poseían tierras
para cultivar y con el propósito de
subsistir individual y familiarmente arrendaban algún terreno para trabajarlo.
Como en la mayoría de los municipios de la zona oriental de
Chalatenango, en Arcatao existe una vida religiosa intensa que respondía a la
doctrina liberal de la Iglesia Católica, factor que llevó a muchas personas a
que iniciaran a formar parte de grupos religiosos organizados.
El catolicismo, ha
proporcionado el universo simbólico a través del cual se han construido las
conciencias colectivas. Las identidades socioculturales locales se construyeron
con base en los símbolos que proporciona la religión católica. De la misma
manera, la visión del mundo de las poblaciones campesinas está fuertemente
condicionada por los valores y las concepciones que desarrolla la doctrina y la
práctica católicas potenciada por las homilías de Oscar Arnulfo Romero y
en mayor potencia luego de su asesinato el 24 de marzo de 1980.
A través de las actividades
religiosas, los campesinos de Chalatenango creaban y transmitían los valores,
concepciones y normas sociales más importantes que orientaban el desarrollo de
sus vidas cotidianas, tanto al interior de sus familias como en la vida social
general de sus comunidades y poblados. También generaban una dinámica de
solidaridad y ayuda mutua entre los miembros de la comunidad, sobre todo entre
aquéllos que se comprometían con mayor fuerza con las actividades de la iglesia
católica.
El inicio de la represión en
Arcatao a mediados de los años 70, los campesinos crearon comunidades de fe y reflexión
bíblica, que denominaron Comunidades Eclesiales de Base (CEBES). Estas
comunidades no se limitaron a la reflexión sobre las enseñanzas bíblicas y su
aplicación teórica a la situación del campesinado salvadoreño, sino que crearon
una organización social que les permitía vivir la nueva fe en la práctica
cotidiana.
Los campesinos de esta zona
de Chalatenango se integraron a la Unión de Trabajadores del Campo (UTC), una
de las organizaciones campesinas que formó parte del Bloque Popular
Revolucionario, organización de masas de las Fuerzas Populares de Liberación
Farabundo Martí (FPL). Con el desarrollo del conflicto, la organización
política tomó protagonismo en la construcción de la conciencia revolucionaria o
de subversión del orden social dominante, pero la doctrina católica, en su
modalidad de opción preferencial por los pobres, continuó teniendo incidencia
en los campesinos de Arcatao.
Los habitantes de este
municipio afirman que entre las principales causas del conflicto armado están:
la pobreza en que vivía la mayoría de campesinos en esa época, que no tenían
tierras para trabajar ni suficientes fuentes de trabajo. Además, en las cortas
de café y caña de azúcar recibían malos salarios y malos tratos por parte de
los patrones y en segundo lugar, se insiste en los abusos de los cuerpos de
seguridad pública, como la Guardia Nacional y la Policía de Hacienda, también
por medio de organizaciones paramilitares que incorporaban a la población
civil, como las patrullas civiles y la Organización Democrática Nacionalista
(ORDEN), lo cual dividía a las comunidades de la zona.
Ya entrado el conflicto en
Arcatao ocurre un fenómeno que no era tan común previamente: la migración.
Como mencionaba antes, muchos campesinos estaban organizados en la UTC que
luego formarían parte de las FPL por lo
tanto cumplían misiones especiales y estaban inmersos en las distintas batallas
en el municipio, sin embargo la gente que pertenecía a la población civil o a
las masas como los llamaban huían por temor a ser asesinados junto con sus
familias a distintos caseríos y cantones
del municipio, como Patamera, Las Vegas, El Portillo, Los Dubones entre
otros. Y para uno de los mayores operativos en esa zona “La Guinda de Mayo”
ocurrido el 27 de mayo de 1982, la población se vio obligada a huir y buscar
refugio a través de la migración en alguno de los dos mayores campamentos de
refugiados existentes: el campamento de Mesa Grande o el de Colomoncagua, ambos
en Honduras.
Con el apoyo del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), los campesinos
de Chalatenango llegaron a Mesa Grande (Honduras), en donde se concentraron
11000 refugiados salvadoreños, con gente que provenía de Chalatenango, Cabañas
y Cuscatlán. En Arcatao solamente se habían quedado tres familias
convirtiéndolo en una especie de pueblo fantasma hasta el inicio de las
repoblaciones en 1985.
En el 86, otro de los
grandes operativos en el municipio fue conocido como el “Desembarco del 8 de
abril”, los militares del Destacamento Militar Número 1 (DM-1) intentaron
reproducir la masacre que en 1981 perpetrara el Batallón de Infantería de Reacción
Inmediata Atlacatl del 10 al 12 de diciembre de 1981 en el cantón El Mozote, en
Morazán. Pero se suspendió el operativo porque entre los pobladores capturados
habían dos estadounidenses.
Con este ejemplo debemos
recordar que todos los grupos dominantes normalmente tratan de manipular la
memoria de la gente a su favor, sobre todo con la ayuda de los medios de
comunicación. Pero también todos los pueblos tratan de reconstruir sus héroes,
sus batallas que forma parte de su identidad.
Entonces, con respecto a la
guerra, es muy importante la recuperación de la memoria histórica porque existe
una deformación muy grande del tejido social y lo que interesa a los pueblos es
el conocimiento del sufrimiento, del heroísmo, de la generosidad incluso que se
ha dado en medio de as circunstancias muy difíciles y a veces destructoras del
humano. Por lo tanto, si tenemos un sentido equivocado de la historia esta se
puede repetir junto con todos sus vicios que provocaron una tragedia llamada
guerra civil reproduciendo enfermedades, golpes, traumas psicosociales
parecidas a las del conflicto armado. Así lo señala director de la Pastoral
Universitaria de la UCA, Padre José María Tojeira.
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