martes, 14 de abril de 2015

MEMORIA HISTÓRICA, Recuerdo de Arcatao desde una perspectiva antropológica.



Keny Sibrián
Comunicador IDHUCA.
Este ensayo enfoca su punto de interés en el Conflicto Armado de El Salvador en el período comprendido de 1980 a 1992,  el afán del mismo es, desde el punto de vista antropológico, que además abarca entre otros aspectos la cultura, política y religión, dar a conocer y profundizar en la manera como los sujetos sociales construyen su memoria histórica, documentando tanto los hechos políticos como aquellos que tienen que ver con la cotidianidad social y cultural.
Es importante señalar que la memoria histórica puede ser entendida como aquella memoria colectiva que incorpora elementos de la historia científica, se construye en el presente, y como presente se encuentra el pasado inmerso en este, que ocupa un espacio significativo en la memoria de los individuos, pero que no lo es todo, ya que la realidad de cada sujeto ha sufrido cambios desde ese pasado hacia el presente.
El Secretario de Comunicaciones de la Universidad de El Salvador, maestro Ernesto Deras señala que memoria histórica como un concepto amplio puede ser entendida como: acontecimientos pasados muy significativos para la vida cultural, política, económica y social de un país, ad hoc de lo que pueda ser la relación con determinados líderes y personajes históricos y los acontecimientos con relación a determinadas coyunturas e incluso de sitios como el caso del cantón El Mozote en Morazán que es sinónimo de muchas cosas porque existe una memoria de denuncia, recuerdo de ese hecho que para algunas personas es buena mientras para otras es mala.
En otras palabras, la construcción de la memoria histórica no se hace como un fenómeno del pasado, sino como un proceso que responde a las necesidades y exigencias del presente y que se proyecta de manera concreta hacia el futuro de manera concreta.
El dibujo de la construcción de las identidades colectivas está inmersa en un proceso histórico, y en ese proceso histórico la gente reconstruye su pasado para mantener y crear su propia identidad. De su pasado unos y otros seleccionan y reconstruyen hechos que son reinterpretados en el presente y que sirven para sustentar una u otra identidad.
El maestro en Antropología de la Universidad de El Salvador, Carlos Benjamín Lara señala en su artículo CONFLICTO SOCIAL Y CAMBIO CULTURAL EN UNA COMUNIDAD RURAL DE CHALATENANGO (EL SALVADOR): 1970-2003 que la tradición oral  es un método de investigación importante durante el desarrollo de investigaciones como la que realizó sobre el movimiento campesino de Chalatenango, uno de los movimientos campesinos más importantes en toda la historia de América Latina enfocándose en la comunidad rural de Guarjila como ejemplo de las transformaciones que estos campesinos han generado en la zona.
Además, durante esta investigación se utilizó la Etnografía de Campo, un trabajo que permite conocer gracias a los testimonios que brindan las personas, el entorno en el cual interactúan, personas que frecuentan, etc. con el propósito de obtener una visión dinámica sociocultural contemporánea de los pobladores de Guarjila.
Particularmente tocaré el caso de los pobladores de Arcatao, un municipio ubicado al noreste del departamento de Chalatenango, colinda al oriente con los departamentos de Cabañas y Cuscatlán, y al norte con la República de Honduras, específicamente con el pueblo llamado La Virtud, por lo tanto, su ubicación geográfica permite que se desarrollen características sociales definidas así como un desarrollo o producción cultural distinta al de otras zonas del país durante el conflicto.
No se puede ignorar que Arcatao fue duramente golpeado por el conflicto armado y que éste representó un cambio inevitable en el modo de vida, relaciones interpersonales y comunitarias de los pobladores tanto del casco urbano, como quienes poblaban, o aún lo hacen, las zonas rurales de este municipio y los aledaños, hablamos de Nueva Trinidad, Nombre de Jesús, San José Las Flores, San Antonio Los Ranchos y comunidades más conocidas como La Ignacio Ellacuría o Guancora y Guarjila.
Durante los años previos a la guerra la inmensa mayoría de sus pobladores eran campesinos que se dedicaban a la agricultura como principal modus vivendi, bajo la lógica de subsistencia, los hombres en su mayoría, cultivaban maíz, frijol, maicillo y en algunos casos árboles frutales que tras la cosecha eran consumidos por los mismos productores y un pequeño excedente era comecializado para obtener otros alimentos como sal o azúcar así como vestimenta, educación en algunos casos, vivienda y otros gastos particulares. A la vez, algunas familias complementaban sus ingresos a través de la crianza de animales domésticos, cerdos y aves o algunos incluso manteniendo algunos bovinos.
Entonces podemos afirmar que los agricultores de este municipio de Chalatenango eran agricultores que en su inmensa mayoría no poseían tierras para cultivar  y con el propósito de subsistir individual y familiarmente arrendaban algún terreno para trabajarlo.
Como en la mayoría de los municipios de la zona oriental de Chalatenango, en Arcatao existe una vida religiosa intensa que respondía a la doctrina liberal de la Iglesia Católica, factor que llevó a muchas personas a que iniciaran a formar parte de grupos religiosos organizados.
El catolicismo, ha proporcionado el universo simbólico a través del cual se han construido las conciencias colectivas. Las identidades socioculturales locales se construyeron con base en los símbolos que proporciona la religión católica. De la misma manera, la visión del mundo de las poblaciones campesinas está fuertemente condicionada por los valores y las concepciones que desarrolla la doctrina y la práctica católicas potenciada por las homilías de Oscar Arnulfo Romero y en mayor potencia luego de su asesinato el 24 de marzo de 1980.
A través de las actividades religiosas, los campesinos de Chalatenango creaban y transmitían los valores, concepciones y normas sociales más importantes que orientaban el desarrollo de sus vidas cotidianas, tanto al interior de sus familias como en la vida social general de sus comunidades y poblados. También generaban una dinámica de solidaridad y ayuda mutua entre los miembros de la comunidad, sobre todo entre aquéllos que se comprometían con mayor fuerza con las actividades de la iglesia católica.
El inicio de la represión en Arcatao a mediados de los años 70, los campesinos crearon comunidades de fe y reflexión bíblica, que denominaron Comunidades Eclesiales de Base (CEBES). Estas comunidades no se limitaron a la reflexión sobre las enseñanzas bíblicas y su aplicación teórica a la situación del campesinado salvadoreño, sino que crearon una organización social que les permitía vivir la nueva fe en la práctica cotidiana.
Los campesinos de esta zona de Chalatenango se integraron a la Unión de Trabajadores del Campo (UTC), una de las organizaciones campesinas que formó parte del Bloque Popular Revolucionario, organización de masas de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL). Con el desarrollo del conflicto, la organización política tomó protagonismo en la construcción de la conciencia revolucionaria o de subversión del orden social dominante, pero la doctrina católica, en su modalidad de opción preferencial por los pobres, continuó teniendo incidencia en los campesinos de Arcatao.
Los habitantes de este municipio afirman que entre las principales causas del conflicto armado están: la pobreza en que vivía la mayoría de campesinos en esa época, que no tenían tierras para trabajar ni suficientes fuentes de trabajo. Además, en las cortas de café y caña de azúcar recibían malos salarios y malos tratos por parte de los patrones y en segundo lugar, se insiste en los abusos de los cuerpos de seguridad pública, como la Guardia Nacional y la Policía de Hacienda, también por medio de organizaciones paramilitares que incorporaban a la población civil, como las patrullas civiles y la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN), lo cual dividía a las comunidades de la zona.
Ya entrado el conflicto en Arcatao ocurre un fenómeno que no era tan común previamente: la migración. Como mencionaba antes, muchos campesinos estaban organizados en la UTC que luego formarían parte de las FPL  por lo tanto cumplían misiones especiales y estaban inmersos en las distintas batallas en el municipio, sin embargo la gente que pertenecía a la población civil o a las masas como los llamaban huían por temor a ser asesinados junto con sus familias a distintos caseríos y cantones  del municipio, como Patamera, Las Vegas, El Portillo, Los Dubones entre otros. Y para uno de los mayores operativos en esa zona “La Guinda de Mayo” ocurrido el 27 de mayo de 1982, la población se vio obligada a huir y buscar refugio a través de la migración en alguno de los dos mayores campamentos de refugiados existentes: el campamento de Mesa Grande o el de Colomoncagua, ambos en Honduras.
Con el apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), los campesinos de Chalatenango llegaron a Mesa Grande (Honduras), en donde se concentraron 11000 refugiados salvadoreños, con gente que provenía de Chalatenango, Cabañas y Cuscatlán. En Arcatao solamente se habían quedado tres familias convirtiéndolo en una especie de pueblo fantasma hasta el inicio de las repoblaciones en 1985.
En el 86, otro de los grandes operativos en el municipio fue conocido como el “Desembarco del 8 de abril”, los militares del Destacamento Militar Número 1 (DM-1) intentaron reproducir la masacre que en 1981 perpetrara el Batallón de Infantería de Reacción Inmediata Atlacatl del 10 al 12 de diciembre de 1981 en el cantón El Mozote, en Morazán. Pero se suspendió el operativo porque entre los pobladores capturados habían dos estadounidenses.
Con este ejemplo debemos recordar que todos los grupos dominantes normalmente tratan de manipular la memoria de la gente a su favor, sobre todo con la ayuda de los medios de comunicación. Pero también todos los pueblos tratan de reconstruir sus héroes, sus batallas que forma parte de su identidad.
Entonces, con respecto a la guerra, es muy importante la recuperación de la memoria histórica porque existe una deformación muy grande del tejido social y lo que interesa a los pueblos es el conocimiento del sufrimiento, del heroísmo, de la generosidad incluso que se ha dado en medio de as circunstancias muy difíciles y a veces destructoras del humano. Por lo tanto, si tenemos un sentido equivocado de la historia esta se puede repetir junto con todos sus vicios que provocaron una tragedia llamada guerra civil reproduciendo enfermedades, golpes, traumas psicosociales parecidas a las del conflicto armado. Así lo señala director de la Pastoral Universitaria de la UCA, Padre José María Tojeira.

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