Luis Monterrosa
Director del IDHUCA
Editorial 6 de noviembre 2014.
Reconciliación es una de esos
conceptos maltratados que necesita ser abordado, discutido y degustado. Es el
típico concepto “murciélago” que decía el filósofo don Carlos: para unos es un
pájaro, para otros es un ratón... en realidad es un murciélago. La
reconciliación es un concepto intragable para algunos; deseable para otros.
No
es simplemente re – (guión) -
conciliación, volver a la conciliación, sobre todo si no ha habido
previa conciliación. Pero haya o no haya habido conciliación previa, eso no
significa que debamos descartar la reconciliación.
Los
unos la descartan como posible porque no les puede entrar en la cabeza y en el
corazón que deba estrechar sinceramente la mano a su adversario... en parte
porque, a pesar que suelen ser cristianos o lo pretenden, no entiende aquello
de “ama a tus enemigos”.
Otros
construyen una versión caricaturesca e incluso perversa, especialmente cuando
hacen de la reconciliación un discurso del sometimiento de los pequeños ante
los poderosos bajo el pretexto de buscar la armonía social.
Sin embargo, más allá
de estas posible desviaciones e interpretaciones, la reconciliación apunto a un
proyecto humano y social como aspiración profunda de los pueblos, si bien
requiere cierto tipo de elementos imprescindibles. Reconciliación supone que
existieron o existen hechos que afectan las relaciones interpersonales y
sociales. Se hace necesario conocer la verdad de los hechos, lo qué pasó
y por qué pasó; esto está intímamente vinculado con la necesidad de hacer justicia,
no en el sentido del castigo sino como reconstrucción de relaciones rotas a
partir de la verdad,la reparación y la garantía de no repetición de aquellos
hechos. Para esto necesitamos misericordia,
a veces el ingrediente más difícil de digerir, pero probablemente el más humano
de todos los elementos.
Ahora bien, cuando
verdad, justicia y misericordia se encuentran en el camino de la paz, es decir
en el proceso intencionado y estratégico de construir la paz, entonces estos
cuatro elementos, paz, verdad, justicia
y misericordia se constituyen el espacio concreto donde se da la
reconciliación. No hay reconciliación posible sólo con la verdad o sólo con
la justicia... ni siquiera sólo con verdad y justicia. Eso es hacer las cosas a
medias. La reconciliación corresponde a esos procesos que buscan la verdad para
procurar la justicia con misericordia y así construir la paz.
Nada fácil, pero para
nada imposible. Los mayores impedimentos vienen de la voluntad para aceptar la
visión integral de la reconciliación expresada, por ejemplo, como una justicia
sin misericordia o por una paz sin la verdad de los hechos. Otra cosa por
supuesto es cómo procedemos. Pero eso es cuestión de metodología.
Claro está entender
bien qué es la reconciliación no resuelve todos nuestros problemas, ni
metodológicos ni de voluntad. Sin
embargo, nos puede situar en el camino correcto con la claridad necesaria.
Huelga decir que para El Salvador, la reconciliación sigue siendo el reto estratégico
fundamental de nuestra sociedad. No es que las heridas vaya a abrise de nuevo:
es más bien que las heridas no han sido cerradas. Para esto necesitamos
encaminarnos hacia la reconciliación.
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