Luis Monterrosa
Director del IDHUCA
Las
migraciones es una de las características de nuestros tiempos. Miles de
personas diariamente buscan transitar de un país a otro. Los hay que utilizan
medios normales y públicamente validados; los hay que utilizan medios no
tradicionales y clandestinos. Una de las grandes preocupaciones es la violación de los
derechos humanos de las personas que toman la decisión de emigrar. En los
últimos meses ha sonado fuertemente el caso de los menores migrantes no
acompañados.
En
general, hay dos grandes razones por las cuales las personas optan o se ven
forzadas a migrar. Por un lado está su condición económica; por otro lado, la
situación de inseguridad. Obviamente ambas están vinculadas.
Históricamente
nuestro país a raíz del tipo de modelo económico adoptado ha tendido a expulsar
a salvadoreños y salvadoreñas. Decimos bien cuando hablamos de expulsar; si
bien en última instancia es una decisión, las más de las veces en realidad la
gente se ve obligada a migrar y es en este sentido de violación de sus derechos
fundamentales que debemos enfocar también nuestra atención.
En
los cincuenta y sesenta, los salvadoreños buscaban tierra para trabajar, una
tierra cada vez más escasa en términos de acceso en el país y la encontraban en
Honduras. La guerra de 1969 con nuestros vecinos no sólo malogró la unión
centroamericana, sino también una válvula de escape para las contradicciones
económicas y sociales. Luego comenzó fuertemente la migración hacia Estados
Unidos con la gente buscando las oportunidades de desarrollo que aquí no
encontraba o bien huyendo de la violencia represiva del Estado. En realidad,
salvadoreños hay prácticamente en todo el mundo, desde Alemania a Australia, de
Korea a Estados Unidos.
Y
la constante es la misma: la búsqueda de las oportunidades que nuestra
estructura
económica
– social no brinda, educación de calidad, trabajo, salud, etc., así como
buscando entornos menos inseguros ante la delincuencia. Decimos menos
inseguros, porque en realidad, Estados Unidos, país mayoritariamente elegido
para emigra, no es necesariamente más seguro en términos de criminalidad.
Por
tanto, los derechos humanos de los migrantes en realidad dependen en última
instancia del cumplimiento de sus derechos humanos fundamentales y de sus
derechos económicos y sociales. Idealmente, la persona debería poder emigrar si
quiere, no emigrar si no quiere. Que sus derechos sean respetados aquí y en
cualquier parte del mundo. Y a la vez, que las personas pudiesen desarrollarse
en su bienestar aquí y en cualquier parte del mundo. A pesar de los avances
tecnológicos, en ciencia, en cultura todavía nos hace falta caminar en el
cumplimiento de los derechos humanos.
Editorial Radio Revista Sembrando Futuro, 4 de septiembre de 2014.
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