jueves, 7 de abril de 2011
En los Montes, Montes soy
Catalina ya está junto a su hermana Cristina, que al morir le dejó el encargo de continuar con la labor de la Fundación “Segundo y Santiago Montes”. Estos dos, hermanos también de Caty, fallecieron en 1989. No se esperaba tan pronto su partida, después de haberla tenido acá hace cuatro meses y unos días. Estuvo entre nosotras y nosotros, en esta tierra martirial donde el promotor del Instituto de Derechos Humanos de la UCA derramó su sangre por la gente que amó; por su gente. No esperábamos su muerte, porque nunca dejó de darnos la impresión de estar dispuesta a seguir siempre viva para no dejar morir –cual fiel guardiana– el legado de aquellos dos. Pero se fue, pese a estar irremediablemente condenada a no dejar este país que la aceptó y la adoptó. Hoy, con el vacío físico de su viaje sin retorno, permanece presente su generosa entrega en favor de la dignidad humana. No fue poco lo que hizo; fue mucho y muchísimo lo que les dio a las mayorías populares salvadoreñas. Muy merecedora del Premio “Castilla y León de los Valores Humanos”, fue Catalina Montes en el 2005; sin embargo, eso no fue pretexto para alejarse de éstas pues más allá de los reconocimientos a su capacidad intelectual estaba –en primer sitio– su compromiso real con quienes la necesitaron y recibieron su desprendida solidaridad. Eso lo materializó de muchas maneras, entre las cuales destaca su papel al frente de la Fundación “Segundo y Santiago Montes”. Cuando hace dos años le preguntaron a Caty sobre esta institución, ella respondió lo siguiente: “La Fundación ‘Segundo y Santiago Montes’ nace para dar continuidad a la obra intelectual, cultural, social y de defensa de los derechos humanos llevada a cabo por Segundo y Santiago Montes. Surge con la intención de, por un lado, recoger y catalogar la obra ingente pictórica, escultórica, poética, dramática, ensayística de Santiago, así como de continuar su labor en defensa de la justicia. Por otro lado, recoge el legado de Segundo Montes y acompaña el desarrollo del grupo de expatriados salvadoreños que al regresar a El Salvador, quisieron dar a su asentamiento el nombre de Ciudad Segundo Montes, para honrar la memoria del hombre que dedicó su vida a ayudarlos y dignificar a los más pobres de los pobres”. Durante su última visita al país en noviembre del año pasado, al conmemorarse veintiún años de la masacre en la UCA, acompañó al entonces rector –el padre José María Tojeira– en el acto mediante el cual se bautizó un auditorio del campus en honor a su hermano. Tras develar la placa del mismo, Catalina dijo: “Su nombre y su recuerdo son como un talismán que atrae ayuda a quienes más lo necesitan. Estoy muy agradecida con esta universidad por preservar el legado de mi hermano de múltiples maneras”. Sin duda, Segundo fue un ser extraordinario como lo fueron también Santiago y Cristina Montes. Pero Caty no se quedó atrás. Menuda de cuerpo y franca de alma, consideraba que esa familia era una inspiración constante y no una pesada responsabilidad que debía cargar sobre sus hombros. Siendo la primera mujer en recibir el Premio “Castilla y León de los Valores Humanos”, al momento de aceptarlo quiso dejar claro que era su familia –precisamente– la que merecía el galardón. “Yo sólo recojo lo que la muerte me deja caer”, sentenció. Sin embargo, el jurado argumentó que el premio era el reconocimiento que se le hacía a “la vida y la obra de una castellana y leonesa animada por la bondad y la justicia, la dignidad humana y el favor hacia los demás”. En esa misma entrevista, Catalina Montes describió un día de su vida. “Generalmente –afirmó– muy atareado. Madrugo y trasnocho y hago largas jornadas de trabajo. Atiendo a mis estudiantes. Me comunico con mucha gente en entrevistas, por correo normal y electrónico. Asisto a reuniones de trabajo, leo, escribo, hago y justifico proyectos, reviso leyes y reglamentos, controlo cuentas y presupuestos. Cada día hago hueco para la oración, para la familia, para los amigos: los grandes apoyos. Los fines de semana dedico doce o catorce horas a recibir en la sede de la Fundación a toda clase de personas. Los veranos trabajo en El Salvador”. A esa mujer solidaria y eterna para este pueblo, al que acompañó su hermano Segundo y por el cual dio su vida, sin duda le calzan muy bien –como un justo homenaje– los versos sencillos de Martí: “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Arte soy entre las artes; en los montes, monte soy”. "Amar es encontrar en la felicidad de otro tu propia felicidad" (Gottfried Wilhelm Leibniz)
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