jueves, 8 de julio de 2010

LLAMADA DE ATENCIÓN, SEÑAL DE ESPERANZA

Sobre el caso jesuitas en la Audiencia Nacional de España

Veinte años exigiendo verdad y justicia por la masacre en la UCA, demandando investigar la autoría intelectual en los tribunales nacionales... ¿Resultados? Pocos, frustrantes. Pero lo que ocurre en la Audiencia Nacional de España, sí es alentador. Un par de años bastaron para avanzar allá más que acá. Algunos magistrados de la Corte Suprema de Justicia salvadoreña trataron de impedirlo, negándole al juez Eloy Velasco copia certificada de los procesos fraudulentos realizados por sus funcionarios y evitando notificar a los acusados sus cargos; tampoco les tomaron las declaraciones que solicitaba el magistrado español.

Durante más de dos décadas, “medios” y “analistas” han derrochado tinta defendiendo a los criminales e intentando descalificar a las víctimas. En el 2000, después de la decidida insistencia de éstas, el Fiscal General de la época pidió a un tribunal procesar a seis altos jefes militares y a Alfredo Cristiani; pero como no era el juzgado correcto, su requerimiento fue rechazado. Entonces acudió al indicado pidiendo sobreseimiento definitivo para los que antes había acusado. La jueza resolvió no aplicar la amnistía, pretexto siempre ocupado para no hacer nada, pero resolvió que el caso había prescrito y así los salvó.

Pasaron ya cuatro lustros sin verdad ni justicia en este caso, ejemplo de la impunidad institucional que afecta al resto de víctimas y propicia el caos de violencia que ahora golpea –sobre todo– a las mayorías populares. No obstante, en España siguen siendo acusados los responsables últimos de maquinar la barbarie y Cristiani aparece señalado de nuevo por protegerlos.

Eso que hoy ocurre fuera del país, es una alerta para los violadores de derechos humanos del bando que sea: tarde o temprano se sabrá la verdad e iniciará el “turno del ofendido”. También es una razón para la esperanza. Afuera, en los sistemas universal e interamericano de protección se pueden abrir puertas para derrotar la iniquidad; ya se ha logrado. Y llegará el momento en que el sistema nacional no tenga más remedio que cambiar hasta ser lo que ahora no es: respetuoso de la ley, justo y compasivo con quien sufre.

Monseñor Romero, los jesuitas junto a Elba y Celina Ramos; las personas masacradas en el Sumpul, el Mozote, Copapayo y otras localidades; las miles de desaparecidas, torturadas y ejecutadas así como sus familias, siguen dando de sí a El Salvador. Sus causas terminarán por cambiar esta hiriente e inaceptable realidad, generando presión externa y organización social interna fuerte, firme y demandante. Vendrá el día en que –como canta Illapu– “nuestros niños jamás ignoren que en este suelo hubo dolores; que crezcan libres, canten canciones; que vuelen alto sus corazones… que los culpables cumplan condena y las promesas se vuelvan ciertas”.

NO MÁS PERSECUCIÓN A DEFENSORES Y DEFENSORAS DE DERECHOS HUMANOS

En solidaridad con el Hermano Paul Michael John Thomas McAuley

El pasado 22 de abril, en el Golfo de México se inició uno de los mayores desastres ambientales de las últimas décadas. Una plataforma de explotación petrolera se hundió y causó un derrame de crudo que ya afecta a Texas, Luisiana, Florida, Alabama y Misisipi en Estados Unidos de América. Aún no existe suficiente información sobre las consecuencias para la vida marítima ni para la humanidad, pero está clara la gravedad de la situación que se produce en el marco de la ya crítica condición ambiental del planeta.

En ese marco, el trabajo por la defensa de los ecosistemas es fundamental y son indispensables las personas que lo realizan. Hoy más que antes, urge protegernos de los más voraces intereses comerciales que –sin importarles las consecuencias de sus acciones– perforan pozos petroleros, extraen metales, talan árboles y vierten sus desechos en los ríos que abastecen de agua a las comunidades más pobres, en los bosques que limpian el aire y la tierra que brinda los alimentos que el ser humano consume.

Por todo ello, el IDHUCA se solidariza con el Hermano Paul Michael John Thomas McAuley –presidente de la Red Ambiental Loretana de Perú– y condena la cancelación de su residencia ordenada por el Ministerio del Interior del país andino, el cual lo acusa de intervenir en política interna por su lucha contra la explotación petrolera y minera en la zona del Amazonas. El artículo primero de la Declaración sobre los Defensores de Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas, reconoce el derecho de toda persona a “promover y procurar la protección y realización de los derechos humanos y las libertades fundamentales en los planos nacional e internacional”. Precisamente, eso hace el Hermano Paul.

La Amazonía peruana es de trascendental importancia para el mundo y constituye una de las principales regiones naturales de conservación. Cualquier daño que se provoque en la misma, tendrá tanto o más impacto que el derrame petrolero en el Golfo de México. Además, ahí habitan tribus indígenas que detentan el derecho a conservar sus recursos y costumbres; asimismo, deben ser protegidas por su condición humana y la riqueza cultural que aportan.

En solidaridad con la víctima, el IDHUCA demanda al Ministro del Interior del Perú –Octavio Salazar– que reconsidere la expulsión y que su gobierno no sólo permita la labor del Hermano Paul sino que también la apoye. También exhorta a las personas que promueven y defienden los derechos humanos en el mundo, a unirse en la defensa del religioso y de todas las personas comprometidas con esta causa en el mundo que sufren persecución política, a las que se restringe su libertad o que son torturadas, desaparecidas o ejecutadas en cualquier lugar de la Tierra.

El Salvador, San Salvador, 8 de julio del 2010.